Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Pero eso no hace nada más que confirmar que también y, a pesar de los pesares para quienes la tienen, la pueden perder. Comparo este deseo, al igual que si fuera esas lamparillas antiguas, que servían para alumbrar en las épocas en que escaseaba la electricidad. En ellas, se iban consumiendo lentamente la mecha. Filamentos, que en este caso, serían las esperanzas; hasta que finalmente llegaba la oscuridad. Claro que esa oscuridad, solo se refiere en el caso de la esperanza, a ella propiamente. Entonces, es donde no cabe nada más qué esperar. Lo que es cierto, que llegado a este caso, embarga, un estado de angustia y, conformismo de que ya no puede llegar a pasar nada más. Salvo que vuelva a renacer nuevamente esa esperanza, de su nunca mejor dicho cenizas. Te estarás preguntando, ¿y como puede ocurrir? Basta un cambio en los análisis clínicos, una llamada telefónica, un WhatsApp o, cualquier otra cosa por el estilo; siempre y de acuerdo con la esperanza que se había perdido.
Como siempre te agradeceré si lo crees oportuno, que escribas que te ha inspirado esta reflexión de la SmartMethology. Y también como siempre recordarte que recomiendes este blog a las personas que creas que pueden estar interesadas en estos asuntos. ¡Hasta mañana!
AB
Muy bonita reflexión por eso se dice que la esperanza nunca se pierde,