Sí, el Dr. Miquel Bruguera Cortada, presidente del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona (1.994-2009) en la actualidad profesor emérito de medicina, en la Universidad de Barcelona
Dado que le debo mi vida a la medicina y consecuentemente a los médicos, hay casos como este, que cuando plasmas las ideas, no dejas de tener un cierto vértigo, por si te estarás extralimitando en algo que consideras muy sensible, para las personas a quienes escribes.
Con toda esta manifestación, retomo otra vez la bitácora, después de dos largos meses de inactividad en ella. Sin embargo, eso no quiere decir que no hay tenido que hacer fabriles gestiones para ultimar la publicación del:
«El hechicero a la medicina actual».
Una de las cuales, que me honra profundamente, son las palabras vertidas en el libro, por este insigne profesional de la medicina, aunque yo para ser justo con él añadiría el gran talante humano que posee, lo que va en beneficio de los enfermos que trata.
Adjunto el prólogo redactado en el libro por el doctor Bruguera:
Debo precisar en el primer párrafo de este prólogo, que acepté la petición del autor de escribir un texto de introducción o de presentación de su libro, a pesar de que básicamente es una crítica a la manera de ejercer la profesión de la mayoría de los médicos. Acepté por diferentes razones. En primer lugar, porque conozco al autor y sé que su intención es loable, puesto que sólo pretende que se introduzcan cambios en la manera de actuar de los médicos ante sus enfermos y los ayuden no únicamente en el terreno somático, cosa que ya hacen, sino también a nivel emocional o psicológico, cosa que muchos, quizás demasiados, no hacen suficiente bien. También acepté porque yo he sido durante bastante tiempo su médico, y me sentía en el deber moral de ayudarlo a cerrar un periodo de su vida de enfermo, ahora que ya está recuperado. Finalmente, y muy especialmente, lo acepté porque estoy de acuerdo con un gran número de las cosas que explica en su libro.
Antoni Beltrán ha reflexionado mucho sobre la práctica de la medicina desde su punto de observación, que ha sido ser el hijo jovencito de un enfermo con una enfermedad grave a quien acompañaba en sus visitas al hospital, y ya de mayor, como enfermo que tenía que frecuentar diferentes departamentos de un gran hospital durante un periodo de muchos meses. Esto le ha permitido fijar una mirada sistemática a la práctica médica y a sus carencias, reconociendo al mismo tiempo el mérito de los profesionales que ofrecen un servicio de reparadores de la salud perdida, hecho que él agradece sinceramente.
Este repaso sistemático de las relaciones que tienen los médicos asistenciales con sus pacientes, hace que el autor no deje títere con cabeza, repasando en cada capítulo aquellos aspectos en los que los médicos podríamos actuar mejor. Antoni Beltrán nos hace una crítica sin agresividad, sin dogmatismos, de manera cordial y constructiva, reconociendo la eficacia de la medicina y la competencia de la mayoría de los médicos con los que se ha relacionado, pero quejándose de que seamos fundamentalmente mecanicistas, se a decir que sólo nos planteamos reparar un organismo que se ha estropeado, sin tener bastante en cuenta los sentimientos y las emociones, los miedos y las flaquezas, de las personas enfermas.
Nos acusa, y con razón, de que no comunicamos suficientemente bien, especialmente a la hora de dar malas noticias, y atribuye este hecho, que es un hecho demasiado extendido para ser casual, a que no nos han enseñado a hacerlo mejor. Nos atribuye buena fe, pero nos acusa de ignorar el poder que tiene nuestra palabra y nuestra actitud y desconocer por lo tanto el sufrimiento innecesario que podemos causar en el enfermo cuando nuestra palabra y nuestra actitud no son acertadas.
Nos acusa, y también con razón, de que el progreso tecnológico que ha experimentado la medicina nos ha hecho perder aquello que tenían los médicos de antes, que con su capacidad de relacionarse con los enfermos compensaban su carencia de recursos terapéuticos. Seguramente los médicos de aquellos tiempos curaban menos enfermos que los de ahora, pero consolaban muchos más y los cuidaban mejor.
Estas carencias de los médicos actuales son más evidentes en el campo de la medicina paliativa, cuando más necesario es el apoyo afectivo del médico a los pacientes terminales y a sus familias, acompañándolos en el dolor.
La conclusión de Antoni Beltrán es que los médicos mejoraríamos mucho nuestra conducta profesional si tuviéramos dosis más altas de empatía, por lo menos a la hora de dar malas noticias, si nos explicáramos mejor, de una manera comprensiva y no tan técnica, sobre que les causa el mal que tienen los enfermos que atendemos y que haremos para curar o para aligerar el mal. Empatía no es únicamente ponerse en la piel del enfermo. No hace falta que suframos como él. Empatía significa que comprendemos el estado emocional de nuestro paciente y le expresamos nuestra voluntad de ayudarlo. Antoni Beltrán remarca una circunstancia, al hablar de la empatía hacia los enfermos, con la que yo coincido plenamente. Comenta que hay médicos jóvenes que ignoran la importancia para el paciente de que el médico vaya bien arreglado, bien vestido. Encuentra inaceptable que un médico sólo muestre como signo de identificación el llevar el fonendoscopio colgado al cuello, y que al verle pensarías que aquella persona ejerce cualquier otra ocupación, no la de médico, al ver el tipo de pantalones que usa y cómo va calzado. ¿No sería conveniente que la dirección de los hospitales diera alguna indicación sobre cómo debe ser la indumentaria del personal asistencial, tal como ha hecho al recomendar que no se salga a la calle a tomar café a los bares próximos con la bata con la que visitan a los enfermos?
El libro que estáis a punto de leer es un libro dirigido a los médicos, pero también a los órganos de gobierno de las instituciones sanitarias, puesto que también habla de los espacios, de la luz, de los colores, del ruido, de la carencia de privacidad en las salas de hospitalización, del confort, que son aspectos que debería ser de la incumbencia de los gestores y no de los médicos individuales.
Yo recomendaría a los médicos que leyeran este libro, y que lo hicieran sin enfadarse. Antoni Beltrán explica cómo somos los médicos a partir de su experiencia como enfermo, y nos dice como le gustaría que fuéramos. Nos valora como técnicos, pero piensa que podríamos hacer más por nuestros enfermos. El libro es una fuente de ideas para introducir cambios en el sistema sanitario en lo referente a las relaciones médico – enfermo, siempre desde el respeto y del agradecimiento. Debemos valorar positivamente el esfuerzo que ha hecho para transmitirnos su experiencia. Desgraciadamente la valoración de muchas personas que han estado en un hospital como enfermos, se resume en si las enfermeras eran mucho o poco amables, si la comida estaba basta bien o no, si le han resuelto el problema de salud que tenía o si ha experimentado alguna complicación. Antoni Beltrán va más allá. También responde a estas preguntas, pero también examina de qué manera su experiencia de enfermo puede ser utilizada por la plantilla del hospital y por sus gestores para mejorarlo. Yo le agradezco el esfuerzo que ha hecho y también haber sido capaz de resumir la historia de la medicina de manera amena y comprensible en el primer capítulo del libro, cuya lectura recomiendo encarecidament
Dr. Miquel Bruguera Cortada.
Me halaga enormemente, que este doctor, recomiende la lectura del libro que he escrito, no solo de mis experiencias, sino de las encuestas que he realizado, entre profesionales de la salud, enfermos y familiares. Ya que, aunque como él dice: No dejo títere con cabeza. Frase hecha, que supongo que quiere expresar, que cuestiono algunas de las manifestaciones y actitudes de los médicos al ejercer su labor.
Si bien, quiero hacer una aclaración.
Desde mi vertiente de consultor de management, mi finalidad, es ayudar a conseguir una medicina más humana, donde se abandonen las practicas mecanicistas que se plantean en cualquier visita que, se pueda hacer, a este, que hoy se le determina como paciente, en mi opinión una definición poco adecuada, que en el ensayo me encargo de buscarle otras nuevas terminologías, que podrían ayudar a entender el trato con el clínico.
Ni que decir tengo, que todo ello, está escrito desde el respeto, pero como bien digo en el epílogo del estudio que aquí reproduzco, al hacer la reflexión final después de acabarlo de escribir, me surgieron las siguientes palabras:
«Y ahora una reflexión final, para decir que este ensayo está escrito desde mi verdad, sin dejar un ápice a lo políticamente correcto, quizás se le pueda llamar valentía, pero de todos modos lo que he hecho es no traicionarme a mí mismo, y mucho menos a los que deseo sean mis lectores. Su lectura está pensada para hacer que el profesional de la salud sea mejor. En tanto a los enfermos y a sus familiares, para que tengan consciencia de lo que les pueden demandar a esos guardianes de la salud.
Barcelona, julio de 2018
Bueno y con esto finalizo el articulo de hoy, en el próximo podré anunciar el día y el lugar donde presentaré el libro. Y recuerda como siempre espero tus comentarios, tus ideas o cualquier cosa que desees aportar.