¡Critón le debemos un gallo a Asclepio: pagaselo!
Estas palabras fueron de las últimas con que Sócrates, (470 a. C. – 399 a. C.) se despedía de la vida
El comunicado contenía un mensaje encriptado, que era todo un principio formal para interpretar la existencia
Veamos por qué…
¿Acaso no era Asclepio el dios de la curación?
¡Sí lo era!
¿Cómo entonces se puede explicar que Sócrates, tan obstinado en negar a sus iguales la existencia de los dioses, pudiera en los últimos momentos de su vida nombrar de acuerdo con sus enseñanzas tan contradictoria frase?
Critón le contestó: maestro…
¿Cómo vas a ofrendar un gallo a Asclepio si vas a morir?
¡No, voy a sanar!
Respondió Sócrates
Réplica que nos da la clave del enigma
Con esto Sócrates pretendía ofrecer un mensaje a la posteridad, porque sanaba, ya que moría. Aunque su sanación no se refería a estar vivo, sino que quería decir que solo cuando morimos es cuando estamos cuerdos
¿O no es así?
¿Acaso los estados de locura transitoria que nos proporciona el enamoramiento no son una buena prueba de ello?
¿Acaso cuando perdemos los papeles por cualquier cuestión que nos puede no es una evidencia de esa locura?
¿Cuántas cosas hacemos sin que en realidad las podamos justificar de una forma cuerda?
¡Son muchas, esa es la realidad!
Vivimos inmersos dentro una locura colectiva, que además es cotidiana y continuamente tendemos a justificar con aquello de que…«somos humanos y por eso nos equivocamos»
Sin embargo, hay más. Hoy se viven las aflicciones de todo tipo como si en realidad fueran una enfermedad. Como comentaba en el artículo anterior, cualquier cosa que nos incomode nos crea un desasosiego que parece que no vamos a poder resolver por nuestros medios. Y eso es lo que nos hace visitar finalmente al doctor.
La cuestión estaría en preguntarse, ¿por qué nos ocurre?
La respuesta no puede ser más simple: juzgamos los sucesos de un modo subjetivo (según el modelo mental que hemos heredado); sería lo mismo que decir que lo hacemos de un modo irracional. En contra de lo que por lógica debería prevalecer, que sería analizarlos de una manera objetiva o, dicho de otra forma, racionalmente.
Contemplada la cuestión desde este ángulo, es evidente que somos ¡Un error de la naturaleza!
¿O de qué otra manera se podría comprender?
Visto con otra perspectiva, estamos en una continua contradicción entre lo que decimos que queremos y lo que hacemos
Será pues lógico que nos surja la pregunta: ¿de por qué?
La respuesta, desde la objetividad, solo se puede explicar si se acepta que, en la evolución que tuvimos los Homos sapiens, algo falló dentro del diseño de nuestra especie
Parece claro que dentro de la mencionada evolución, cuando al cerebro se le dio capacidad de cognición
No fue lo suficientemente poderosa para poder vencer a las emociones o, dicho de un modo más concreto, al propio instinto. Pues que son, si no, las emociones, más que el mensaje natural que nos remite todo nuestro organismo, aunque, eso sí, orquestado por el cerebro. Con ello caemos en manos de todos los temores que casi siempre, por no decir siempre, son fabulados.
Esta cuestión llega hasta tal extremo que es muy difícil para la persona sentirse tranquila y, por ello, feliz
Si se tiene salud o dinero, se tendrá temor de perderlo. Si se está enamorado, se puede aplicar la misma regla. Y así lo podemos extender a los hijos y a todas las personas con que nos relacionamos y las cosas que poseemos.
Todo lo relatado hace que vivamos buscando afanosamente la seguridad
Lo que le da forma a encontrar o a inventar una deidad que nos la pueda proporcionar. No obstante, ahora, con los nuevos conocimientos de determinadas drogas, escrutamos un mundo donde de manera artificiosa podamos adquirir esa anhelada seguridad que tanto deseamos o eso es al menos lo que nos venden estos modernos brujos de bata blanca.
Sin embargo, lo que conseguimos con todo eso es caer en una profunda sima.
¡Ahí es donde se perjudican de un modo irremediable dos cosas!
La primera es nuestra incapacidad para resolver por nuestros medios cualquier contratiempo que nos pueda deparar la vida. Y la segunda puede ser que además llegue a perjudicar nuestras capacidades cognitivas. Sí, es la dependencia de las pastillas, investidas de medicamentos que nos recetan los doctores, la que acrecienta ciertos problemas que se podían haber resuelto de una manera más natural.
Todo ello, sin perjuicio de los daños que tales drogas pueden causar de un modo irreversible al cerebro
La cuestión en sí me crea una seria pregunta: si esto es conocido por los responsables de la medicina psiquiátrica…
¿por qué permiten que algunos de sus colegiados tengan determinadas maneras de trabajar?
¿No será porque el colectivo en general ni siquiera se ha planteado esta cuestión?
De ser cierto, nos tendríamos que remitir a unas épocas donde los antiguos médicos señalaban la melancolía como uno de los orígenes de todos los males psíquicos
Por lo que parece, en nuestros días no es que hayan cambiado mucho, si acaso ha mutado
—eso sí, de un modo exagerado—
Solo es necesario comprobar la gran cantidad de etiquetas que hay para definir los distintos estados de ánimo, si bien, entendiéndolos como una enfermedad. Cualquier problema que nos pueda acontecer puede ser interpretado y catalogado como una dolencia que algunas veces tiene la particularidad de ser una epidemia.
Enfermedades a las que deberíamos definir como «una incapacidad para resolver los problemas»
¿Pero es que acaso los galenos están preparados para ello?
¿Se puede creer que durante los estudios que cursaron en la universidad había alguna ciencia que les pudiera orientar en las cosas del alma?
(Deseo aclarar que esta última frase es una licencia poética que estoy usando)
¡Es evidente que no!
Poniendo un ejemplo que puede parecer odioso, entendamos a los doctores como ingenieros de automóviles, solo que, en este caso, son cuerpos o mentes de personas y, a diferencia de las máquinas, cada una responde de un modo distinto.
¿Qué pretendo decir con esto?
Pues que hay aflicciones que no pueden ser detectadas por ningún aparato de esos que tienen para analizar las dolencias.
Quizás alguien se podrá preguntar: ¿y qué pasa con los terapeutas?
Tengo que decir que agradezco esta pregunta siempre que me la hacen.
No importa si es un psicólogo licenciado por cualquier universidad o si son estos otros que hablan de una psicología alternativa que mezclan con el mundo cuántico o incluso los titulados en coaching, por no sé qué centro autorizado.
Ante todo, debo dejar bien claro que todos merecen respeto, cada uno hace las cosas de la manera que sabe
A la vez, tengo que suponer que hay profesionales muy preparados en estas cuestiones. Quizás tampoco debería olvidar el papel que ha jugado la Iglesia en estos asuntos o el que tienen ciertos videntes. (Estas cuestiones ya las analizaré más adelante, aunque sea de una forma un tanto somera)
Volviendo al asunto que estaba tratando, mi primera pregunta se la hago a un psicólogo:
¿si no es agnóstico, cómo puede aconsejar de otra manera que no sea dentro de sus creencias?
(Claro que puedo aceptar que sabrá diferenciar, pero tendremos que reconocer, se diga lo que se diga, que eso es muy difícil)
Particular que me llama la atención, porque dentro de las aulas de la universidad no existe de una manera formal este planteamiento
Ahora voy a analizar a esos otros terapeutas sanadores.
Se presentan como una alternativa a la medicina tradicional y a la psicología oficial
Se basan en las conductas holísticas y humanistas; entienden y relacionan la conciencia con el universo de los quantums. Invaden el mundo de la curación, pues la lógica que usan para encontrar el supuesto motivo de graves enfermedades se escapa de conceptos orgánicos y la hallan en comportamientos propios o parentales, por lejanos que estos puedan ser.
Queda por estudiar a los nuevos
Sí, esos que se presentan como entrenadores, para eso se hacen titulares de la palabra coach.
Desde el principio aclaran que, a diferencia de los dos grupos anteriores, ellos no sanan, sino que su labor se centra en el acompañamiento de los objetivos de su cliente. En este punto, es donde más encuentro su error, pues parten del supuesto de que el denominado cliente sabe lo que quiere, algo que por mi experiencia me parece difícil.
(Esta importante cuestión será precisamente el motivo de mi próximo artículo)
He dejado para el final a un gran colectivo que de una manera u otra han hecho y hacen terapia
Se trata de las distintas religiones que existen o han existido
Estas por medio de los rezos consiguen que el creyente se halle en una situación de paz interior, superando en ocasiones con éxito las situaciones de adversidad en la que se encuentran. Si bien, dentro de este apartado, debería incluir también a todas las gentes que se otorgan una capacidad de adivinación. En este caso no importa que sean tarotistas, videntes o cualquier otra cosa. El hecho es que estas personas influyen poderosamente en las gentes que les otorgan su confianza, logrando en muchas ocasiones acallar sus angustias.
Después de esta exposición, solo me queda hacer una lectura
¿Cómo se puede creer que por el mero hecho de estudiar unas supuestas enfermedades clasificadas de una manera un tanto interesada por determinados laboratorios o, en otro caso, conocer distintas experiencias con personas de otros tiempos, en otras situaciones muy distintas, se pueda alguien investir con la autoridad suficiente para considerar que puede penetrar en la mente de otras personas?
¡Es evidente que de esta manera nadie está preparado!
Por mucho que las fuentes oficiales respaldadas por una autoridad autorizada puedan impartir títulos de psicología
La psicología nunca podrá ser una técnica y mucho menos una ciencia, ya que no es exacta
El que la quiera ver así está incurriendo en un grave error
¿Acaso por el mero hecho de pasar por la universidad uno se puede convertir en artista?
Porque eso es lo que es la psicología: un arte
Una destreza al alcance de unos pocos, son tantas son las variables que se dan en la mente de una persona que es imposible clasificarlas, por lo que es absurdo utilizar métodos estándares para todos.
Sin embargo, tengo que hacer una aclaración final
¿por qué en ocasiones cualesquiera de estos tipos de psicología antes mencionados son capaces de ayudar?
(Al menos eso es lo que en ocasiones aparentemente sucede)
Pues por dos motivos básicos
El primero es que la psique humana tiene un tiempo de duelo, y este puede coincidir con el tratamiento del terapeuta; en realidad, su participación habrá sido pasiva
El segundo es que solo por el mero hecho de ser escuchado, el cerebro autorregula su ansiedad; en esta ocasión, el terapeuta habrá hecho un trabajo neutral
Y bien. A todo esto ¿cuál es la conclusión?
En mi opinión, se debería empezar por las escuelas, a modo profiláctico, para enseñar a los jóvenes a resolver «sus problemas emocionales».
Vamos, lo contrario de lo que se está haciendo hoy, donde se empeñan en llenarlos de contenidos (por cierto, algunos de ellos obsoletos), pero se olvidan de resolver lo que ya indicaba al principio de este párrafo.
No deseo finalizar sin recordar que me estoy refiriendo a enfermedades que no lo son. Pues con ello acepto que existen otras que se pueden tratar como tales, como expongo en el apartado consulta de este blog. Como siempre, estoy muy interesado en tus comentarios; espero y deseo que haya sabido transmitirte este delicado asunto del que todos alguna vez podemos ser víctimas.
Ahora voy a preparar un nuevo capítulo —cuyo contenido te he avanzado antes— que deseo que te resulte interesante. ¡Hasta la próxima semana!
AB
Agradezco tu comentario
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