En la actualidad parece que lo más normal es no estar seguro de nada. O mejor sólo dejarlo todo a la casualidad o la suerte. O porque no, lo más seguro y que nunca falla, atribuirlo a las fuerzas divinas. Eso es así, sí que se puede estar seguro, ¿aunque seguro de qué? Pues naturalmente de nada. Y de esta forma se justifica lo que tiene difícil justificación. También queda por acabar la frase con aquello de: ¡Si dios quiere! Si bien, me pregunto, ¿a qué dios se referirán?
AB